Museo Etnográfico

Dado su carácter local podemos decir que el Museo Etnográfico cumple una doble función.

Por un lado cumple con sus finalidades expositivas, educativas y culturales dirigidas en gran medida al visitante exterior, siendo un atractivo turístico-cultural e integrándose plenamente en el listado de recursos de la comarca. De este modo, el visitante conoce plenamente el medio humano que visita, convirtiéndose el museo mismo en una oferta realmente atractiva.

Por otra parte el efecto interno sobre la población local en cuanto a recuperación de memoria histórica, a redescubrirse, al legado histórico para las nuevas generaciones de casillanos, o los niveles participativos de la población en la creación del museo o aportaciones de piezas museísticas tiene como resultado final convertir a la población de Casillas en protagonista de su propia historia.

Elegimos esta estructura física por su intrínseca relación con los habitantes del pueblo, ya que durante muchos años una de la bases económicas más importantes de nuestra población fue la explotación forestal y en concreto resinera en nuestros montes. Durante generaciones los hombres, principalmente, se vieron obligados por sus condiciones laborales a hacer vida en estos chozos. Hoy día aún se pueden apreciar multitud de restos de los mismos esparcidos por el monte, aunque es difícil encontrar alguno con su estructura intacta debido el uso que se dio para la construcción moderna de las piedras que lo conformaban.

Así pues tenemos que el continente pasa a ser una de las principales piezas museísticas conformando un factor clave dentro de los conceptos de la museografía moderna.

Junto a dos chozos resineros ampliados, de dimensiones suficientes como para albergar el contenido del museo, hay una serie de elementos que harán más comprensible al visitante nuestro proyecto, se trata de recrear un pequeño campamento resinero utilizando además de los dos chozos un carro y cantareras de remasar resina y transportarla, un trípode con un caldero etc. A todo ello se sumaran tres paneles informativos dotados de tejadillo a dos aguas y forrados de los mismos materiales de los chozos (escoba o brezo). Todo el recinto estará vallado en consonancia con el entorno y la estructura del museo.

El objetivo de un museo debe ser la expresión de algo real, explicar la realidad de algo mediante técnicas expositivas y ser emisor de métodos empíricos como elemento práctico.

En el presente proyecto dividiremos los contenidos museísticos en tres bloques relacionados entre sí aprovechando la estructura física creada para tal fin.

Partiendo de la recreación del campamento resinero tendremos un primer bloque con los elementos que componen esa recreación, los paneles informativos exteriores hablarán de la explotación forestal y la resina, su importancia económica y social en la población casillana, las técnicas de explotación etc. Intercalando la explicación escrita con fotografías de época que ayudarán a visualizar las ideas expuestas.

El segundo bloque será el compuesto por el contenido del que denominaremos chozo A , en el podremos contemplar el interior del chozo como si el tiempo se hubiera detenido, veremos el camastro que ocupaban sus moradores las herramientas y utensilios dispuestos en su interior como en una jornada resinera más pero debidamente clasificados e identificados, algunas fotografías de época nos ilustrarán mejor sobre usos y costumbres resineros y un pequeño panel en la puerta nos guiará en un recorrido visual interior.

El chozo B albergará el tercer bloque, dedicado a la historia e identidad de Casillas y los diferentes aspectos de su vida cotidiana: agricultura, ganadería pozos de la nieve etc. Contará con algunas piezas y útiles de época, con paneles descriptivos, fotografías y una maqueta que identifica Casillas y su entorno. Todos estos elementos tienen un carácter móvil para poderlo convertir en una exposición itinerante y permitir el uso de este espacio físico para exposiciones monográficas sobre Casillas u otros eventos relacionados con los objetivos del museo.

La adquisición de contenidos corresponde a la Autoridad de Tutela que ejerza la dirección y control del museo, esta se hará mediante compra, donaciones o prestamos de sus legítimos propietarios, aplicando el museo dentro de sus posibilidades una política de incentivos adecuados que llamen a la implicación y colaboración de toda la población, en este sentido tras la adquisición de las diferentes piezas y materiales el museo velará de forma adecuada por la documentación, conservación y seguridad de las piezas adquiridas tanto en propiedad como en préstamo, procediendo desde un primer momento a su clasificación y tratamiento adecuado para los fines que se adquieren.

La extracción de la resina de coníferas conforma una de las actividades forestales más antiguas a las que se dedicaron los colectivos humanos de diferentes culturas. La resina está ligada desde muy antiguo a la impermeabilización, el alumbrado, actividades militares, famacopedia, cosmética, construcción y ornamentación.

Así, de la resina se ha procurado por ejemplo La Pez para impermeabilizar, calafatear, alumbrar en forma de tea o como proyectil incendiario. Componentes de fórmula medicamentosas o cosméticos ornamentales, aguarrás, trementina, barnices y betunes, y sobretodo los diferentes productos de soldaduras pegamentosas. Durante el siglo XIX y el XX los montes de la península ibérica registraron una actividad resinera frenética.

Por su enclave y su masa forestal, Casiilas no estuvo ausente de este proceso forestal y desde mediados del siglo XIX hasta 1983 dio varias generaciones de padres e hijos dedicados a esta actividad enormemente dura, siempre expuestos a la climatología y a la vida en intemperie, alejados de sus hogares y familias, pendientes del odiado y temido incendio forestal que les podía hacer perder todo. Y sin embargo conferidos de un espíritu de libertad en la naturaleza, a la que comprendían y con la que convivían, dependiendo de ella.

A partir de los años ochenta las resinas importadas y los sustitutivos sintéticos ultimaron esta industria hoy en día abandonada completamente en nuestros montes.

Subasta: se realizaba normalmente en febrero o marzo, mediante concurso público generalmente por los ayuntamientos, y a ella acudian los empresarios del sector. Después de la adjudicación se procedía a la concentración de resineros y al reparto de cuarteles o matas. A cada resinero le podía corresponder en torno a los 3.000 pinos por campaña. En Casillas los resineros se reunían después de la subasta para ponerse de acuerdo sobre los precios a pedir por kilo de producto extraído.

Preparación: durante el mes de marzo normalmente el resinero preparaba los materiales que necesitaba para la campaña, se hacía acopio de las herramientas y se levantaban los chozos retechándolos.

Desrroñe: se respaba y quitaba la corteza exterior y más gruesa del pino. Esto se hacía una vez preparados los chozos y materiales y era cuando comenzaba la campaña misma. Posteriormente y con ayuda de la media luna se clavaba la chapa que serviría de guía y sujección del pote que era un recipiente de barro, normalmente vidriado, que se fijaba al pino mediante la chapa y un clavo, y que era el encargado de recoger el sangrado del árbol.

La pica: el árbol era picado por caras abriendo una acanaladura y sacándole las virutas en capas muy finas para permitir la sangría de la resina mediante las canales resiníferas. Las picas había que realizarlas aproximadamente de foram semanal.

La remasa: la resina se deslizaba por los canales hasta la chapa que la depositaba en el pote de barro de donde era recogido por los remasadores en una lata ayudados de cuchillos y paletas. De la lata era transferida a unos cántaros y transportado a lomos de bestias hasta un punto donde se cargaba en toneles a bordo de carros de bueyes que los transportistas guiaban hasta las fábricas ubicadas en Sotillo de La Adrada o en Las Cruceras. Y volver a empezar con remonda de virutas, nuevas picas, remasada y transporte.

Pica en blanco: durante los meses de octubre y noviembre se realizaba la última pica o pica en blanco, donde se operaba el barrascado de las resinas residuales y que ponían fin a toda la campaña anual. Todo ello dentro del método Hugues de resinación. Posteriormente, con la aparición de la técnica del ácido y pese a las resistencias primeras para usarlo, al generalizarse el proceso de pica se suavizó considerablemente ya que el ácido hacía sangrar al árbol durante una semana aproximadamente y cada resinero aumentaba considerablemente su capacidad de producción.

Los resineros se especializaban en picas, remasas y transporte, oficios todos ellos perdidos hoy en día en nuestra comarca. Y de los que nuestros montes dan fe como auténticos museos vivos y testimoniales de nuestro pasado más reciente.

El resinero, por motivos de sus propias obligaciones, necesitaba vivir largas temporadas en los montes donde desarrollaba su actividad laboral. Para ello, compartió con otros colectivos los escasos recursos existentes. Se utilizaron abrigos de la propia roca, taludes del terreno, cuevas...

Se levantaron chozos y, en los lugares más estables, casetas de piedra y teja.

Dentro de la gran variedad de este tipo de construcciones, el chozo resinero tenía unas características propias: se construía en planta circular, las paredes eran de piedra de acuerdo con la técnica de piedra seca, de poca altura. Se eleva de forma cónica formando una estructura de troncos rollizos de pino y techado con un tupido manto entrelazado de escobas, sacadas de los piornos del campo, de cinco metros de diámetro aproximadamente y usando un poste central.

El hogar para la lumbre se realizaba con doble muro de mayor altura y carente de tiro de chimenea, el humo se filtraba por las escobas del techo. En su interior se construía camastros con la propia escoba o con helechos. En el mejor de los casos, disponían de un jergón relleno de paja. De clavos fijados a los troncos colgaban los hatillos con la escasa ropa o los útiles de cocina como sartenes, pucheros, cazos... así como los tasajos de tocino y otras viandas base alimenticia de los resineros.

Algunos chozos complementaban su mobiliario con troncos cortados o toconas que les hacía las veces de bancadas o asientos. Las noches eran iluminadas por el resplandor del hogar, candiles de aceite o alguna lámpara de acetileno.

Se cuenta que en el lugar de Majamarta, en el Valle de Iruelas, los resineros de Casillas construyeron un chozo tan grande y bien hecho que era conocido como la casa o el palación.

Debido a los materiales utilizados en su construcción, los chozos debían ser reparados o reconstruidos al inicio de cada campaña. Con el fin de la actividad resinera, llegó la extinción de estas construcciones populares de los que hoy en día aún pueden observarse en nuestros montes numerosos vestigios de lo que fueron sus muros y hogares.

Alisador: herramienta utilizada para igualar la corteza de la zona de pica cuando se procede al desroñado.

Barrasco: herramienta utilizada para desroñar o quitar la corteza del pino donde se va a pica. También es el conjunto de resina que se recoge al rascar la entalladura al final de la campaña y que va unida a virutas, cortezas, insectos, etc.

Barrasquillo: herramienta utilizada para la recogida del barrasco en el sistema de pica con estimulantes. Es parecido al alisado pero curvado.

Carretilla: herramienta compuesta por una lata de mayor capacidad sujeta a un armazón metálico y movida por una o dos ruedas.

Cubas: barriles con capacidad de más de 200 kilos en donde se recoge la miera para su posterior transporte a la fábrica.

Escoda o racle: también llamada gumbia o azuela, es una herramienta utilizada para dar la pica.

Grapa: placa fina de zinc o hierro galvanizado que sirve para recoger la resina que escurre por la cara para llevarla al pote.

Hacha: herramienta de corte utilizada para desroñar.

Lata: utensilio cuadrado para recoger la resina procedente de los potes, posee un asa para facilitar su traslado.

Maza: herramienta utilizada para hendir la corteza con la medialuna.

Medialuna: herramienta utilizada para realizar la hendidura en el tronco y donde se colocará la grapa.

Paleta o cuchilla: utensilio para raspar las paredes del pote y ayudar a recoger toda la resina adherida.

Pote: recipiente de barro cocido o de plástico con forma de maceta pero sin agujero con una capacidad de 600 a 800 cc.

Raedera: herramienta utilizada para rascar la entalladura y despegar la resina pegada.

Trazador: herramienta utilizada para marcar las guías, una vez desroñado el pino, en el sistema de pica de corteza con estimulante.

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